viernes, 5 de junio de 2009

IGUALES.

IGUALES.

Ayer me enganche con un arquitecto, no hace ni tres meses que ha dejado de ser un simple empleado para ser socio de un estudio y ya se cree Norman Foster, y eso que estamos trabajando en un simple recinto industrial que la máxima que ha de tener es funcionalidad. Una simple edificación que ha de servir para gestionar administrativa y logisticamente un pequeño polígono industrial. Tener que oírse que él es el arquitecto y que hace y decide a su antojo es para meterlo en la hormigonera de cabeza, mientras el jefe de obras, un hombre con más de 30 años de experiencia en la construcción se ha de oír desplantes humillantes por discutir un diseño que en la forma y estructura presenta alarmantes deficiencias.


Probablemente este sea el primer proyecto que lleva él solo, de principio a fin y a pesar de tener que haber trabajado en equipo y bajo supervisión de sus jefes, peco de una soberbia que no se le puede permitir a ningún pipiolo que acaba de firmar su primer proyecto en solitario. Tratar a un subordinado por igual es la mejor manera de llevar a cabo un proyecto y consensuar y ver los fallos que presenta un diseño suele ser habitual en la construcción de edificios simples y destinados a una función bastante especifica.


Aunar la experiencia y los consejos que puede dar un jefe de obra en una construcción siempre ha sido algo que he considerado muy necesario a la hora de dejarme asesorar y ver que estoy equivocado para la perfecta conclusión de la obra.
Saber rectificar y aconsejarse es algo vital para que el cliente final tenga un producto a la medida de sus necesidades y en muchos casos la estética o parafernalia de ciertos elementos han de ser eliminados para un mayor aprovechamiento de la funcionalidad por la que se concibe el proyecto.


Fue como un pequeño juicio a la capacidad profesional de todos los que estamos por debajo del insigne arquitecto y eso hizo saltar el amor propio de los implicados pero siempre es bueno tener un as en la manga y a pesar de ser un negado en temas burocráticos y normativos pudimos reconducir el error y solventar lo que a ojos de varios era un error de diseño. Finalmente el arquitecto reacciono y supo ver el error no sin mostrar esa petulancia del que padece un síndrome agudo de titulitis.


El RD 314/2006 que aprueba el Código Técnico de Edificación incorpora el Arquitecto, el Ingeniero y otras profesiones similares al mismo nivel, para conseguir una mayor calidad.
Un día perdido en el caluroso Teruel, que desde luego existe y merece la pena visitarlo.


http://www.mviv.es/es/pdf/otros/CTE%20RDL314.pdf

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