La cocina es química aplicada, pero la cocina en sí no constituye una ciencia exacta porque apela a los sentidos y sentimientos a la vez. Las moléculas pueden hacernos sentir placer, tristeza, decepción, alegria...
Existen cocinas que nos tocan el alma. Comemos todos los días cloruro de sodio y lo llamamos sal. Bebemos un compuesto de hídrogeno y oxígeno, llamado agua. Ingerimos hidratos de carbono y, entre ellos, se encuentrán el azúcar, el almidón, la dextrina, la celulosa y el glucógeno, componentes comunes de nuestras dietas.
Casí toda la tierra es química. Con razón los humanos, con sus ansías de comprenderla, no han cesado de investigar, y cada nuevo descubrimiento es celebrado porque nos enriquece o salva vidas o descubre un mañana que ayer era imposible de predecir.

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