Esta propuesta, conocida como "Declaración Schuman", se considera el germen de la creación de lo que actualmente es la Unión Europea.
La amenaza de una tercera guerra mundial se cernía sobre Europa; en París, se convocó a la prensa a las 6 de la tarde en el Salón del Reloj del Ministerio de Asuntos Exteriores en el Quai d'Orsay porque se iba a hacer pública una "comunicación de la mayor importancia". Las primeras líneas de la Declaración del 9 de mayo de 1950, redactada por Jean Monnet y comentada y leída ante la prensa por Robert Schuman, Ministro francés de Asuntos Exteriores, expresan claramente la ambiciosa magnitud de la propuesta.
"La paz mundial sólo puede salvaguardarse mediane esfuerzos creadores proporcionados a los peligros que la amenazan". "Con la puesta en común de las producciones de base y la creación de una Alta Autoridad cuyas decisiones vinculen a Francia, Alemania y los países que se adhieran a ella, esta propuesta establecerá los cimientos concretos de una federación europea indispensable para el mantenimiento de la paz".
Al proponer a la República Federal de Alemania y a los demás países europeos que quisieron adherirse, la creación de una Comunidad de intereses pacíficos, Robert Schuman realizó un acto histórico. Tendiendo la mano a los adversarios de ayer, no sólo borraba los resentimientos de la guerra y el peso del pasado, sino que además ponía en marcha un proceso completamente nuevo en el orden de las relaciones internacionales, al proponer a esas viejas naciones que buscaran juntas, mediante el ejercicio en común de sus soberanías, la influencia que cada una ellas era incapaz de ejercer en solitario.
La integración europea pone de manifiesto que la Unión Europea es un éxito histórico. Países otrora rivales y, en su mayor parte, devastados por las más espantosas masacres que este continente haya conocido, comparten hoy una misma moneda, el euro, y administran sus intereses económicos y comerciales en instituciones comunes.
La integración europea pone de manifiesto que la Unión Europea es un éxito histórico. Países otrora rivales y, en su mayor parte, devastados por las más espantosas masacres que este continente haya conocido, comparten hoy una misma moneda, el euro, y administran sus intereses económicos y comerciales en instituciones comunes.
El nivel de vida de las personas ha aumentado considerablemente, mucho más que de lo que lo hubiera hecho si cada economía nacional no hubiera podido beneficiarse de las economías de escala y del crecimiento inducido por el mercado común y la intensificación de los intercambios
La Europa comunitaria extrae su fuerza de los valores comunes de democracia y de defensa de los derechos humanos que comparten sus pueblos y ha sabido preservar su diversidad de culturas y lenguas así como las tradiciones que constituyen su riqueza.
La Europa comunitaria extrae su fuerza de los valores comunes de democracia y de defensa de los derechos humanos que comparten sus pueblos y ha sabido preservar su diversidad de culturas y lenguas así como las tradiciones que constituyen su riqueza.
La Europa unida ha sabido, gracias a la solidaridad atlántica y al poder de atracción de su modelo, resistir las presiones de los totalitarismos y hacer progresar el Estado de Derecho.
Las experiencias dolorosas del pasado deben incitar a los europeos a no considerar la paz como una situación natural y duradera sin preservarla con los cuidados apropiados.
Las experiencias dolorosas del pasado deben incitar a los europeos a no considerar la paz como una situación natural y duradera sin preservarla con los cuidados apropiados.
«No podemos detenernos cuando en torno nuestro el mundo entero está en movimiento. ¿He conseguido hacer comprender que la Comunidad que hemos creado no tiene su fin en ella misma? Es un proceso de transformación que continúa aquel del que proceden nuestras formas de vida nacionales en una fase anterior de la historia. Al igual que nuestras provincias ayer, hoy nuestros pueblos deben aprender a vivir juntos bajo normas e instituciones comunes libremente aceptadas si quieren alcanzar las dimensiones necesarias para su progreso y mantener el control de su destino. Las naciones soberanas del pasado ya no constituyen el marco en el que pueden resolverse los problemas del presente. Y la Comunidad misma es sólo una etapa hacia las formas de organización del mundo de mañana.»
Monnet, J.: Mémoires, Ediciones Fayard, París, 1976
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