EL CONSTANTE DESAFIO.

La ingeniería civil española en su origen rezumaba un excesivo afrancesamiento, los próceres de la profesión se reconocen más entre la aristocracia ilustrada y los intelectuales revolucionarios, que entre los profesionales al servicio de la burguesía, urbana al modo de los arquitectos del XIX.

Al ingeniero no le interesa la novedad sino el descubrimiento, busca en los límites y en lo telúrico. Si el arte burgués es una impostura y una suplantación del arte auténtico, la ingeniería burguesa es una suplantación de la auténtica ingeniería y de su fin, aquella que busca, con rigor y valor los límites en cada problema, en cada proyecto y en cada obra.
Afirmarse en estos principios y seguirlos a conciencia son los ejes para no caer en la baja autoestima, crisis de identidad y falta de fé de la profesión, a modo de juramento hipocratico, ser fieles a estos principios conllevan el éxito asegurado en la profesión. La ingeniería, como tal y en su existencialismo profundo, diseña y construye los escenarios exteriores de nuestras vidas, modificando el escenario primigenio, brazo partido con la naturaleza y la geografía.

Leí recientemente que la ingeniería no encuentra fácilmente su identidad antropológica.
Partir siempre de la base que la ingeniería fue, es y será un desafío ha de estar grabado en el gen de la profesión; debe ser la fuerza del profesional y obligación recuperar la conciencia del carácter fundacional que sobre el territorio tienen las obras de ingeniería, hasta la última pincelada, hasta la última nota, hasta la última frase, hasta el último aliento del actor-ingeniero.

Por último y desde un punto de vista de la mínima creatividad que se supone, en muchos casos a la hora de ejecutar ciertos proyectos no esta de mas creer y confiarse en variable proporción a la musa inspiradora, combustible vital y optimo para iniciar y emprender cualquier desafío.