domingo, 24 de mayo de 2009

POLE, YATCH & HERMITAGE


POLE, YATCH & HERMITAGE.

Tras pasar la mañana tranquilamente en el hotel, desayunando y leyendo la prensa me dirijo al circuito para disfrutar de la tanda de clasificación donde Button vuelve a demostrar que los Brawn a día de hoy están un paso por delante de los demás; agradable sorpresa ver a Raikonen en segundo lugar y confirmando la temporada tan irregular de Hamilton que le están alejando de conservar su campeonato carrera a carrera, hoy destrozo la amortiguación y ya no pudo luchar por la pole en la Q1; Alonso sigue anclado en esa tierra de nadie que es por debajo de la zona de puntos, y Kubika y BMW deben estar deseando que esta temporada pase lo más rápido posible.

Tras finalizar la tanda de clasificación y sabiendo que el puerto estará más tranquilo que ayer con tanta gente al rededor de los yates y sobre todo del Force Blue ( el yate de Briatore) me doy una vuelta por el Yatch Club, parece un barrio más de esta pequeña roca donde el lujo llega a ser hasta excesivo. El paseo lo alargo subiendo hasta el casino, hora de tomarse un café en una terraza, disfrutar de las vistas y relajarse un poco después del espectáculo presenciado.


Desde el hotel hago la reserva para la cena, me decanto por algo moderno, Avenue 31, la principal razón es que no soy muy partidario de la cocina francesa y prefiero aventurarme en algo más actual en lo que a gastronomía se refiere. Situado en una zona moderna y nueva del Principado, con una decoración muy lounge club y unas vistas realmente geniales, la terraza es un sitio perfecto para comer al mediodía, por la noche refresca todavía un poco y no esta habilitada para cenar. Una carta variopinta, más internacional que francesa o regional, donde se puede encontrar desde un cebiche hasta foie en los entrantes o un tartar y pescado del día en los segundos.

6 ostras “Gillardeau” de entrante acompañado de un blanco que me recuerda a los de Alella, un Chateau la Calisse, moderado, dulce y fresco al paladar entra suave y acompaña perfecto a las ostras y me suavizará el sabor de la mostaza que viene con el steak tartar que pido de segundo, realmente exquisito, la cena merecía la pena, sin ser excesivamente algo extraordinario. Pocas mesas ocupadas, el maitre me comenta que se nota la crisis y que los del GP prefieren las cenas privadas en sus yates o apartamentos alquilados para el fin de semana, es más un restaurante para reuniones de trabajo entre semana que un lugar donde celebrar una cena especial y más este sábado. Cierro con un café, no me seduce la carta de postres. La cena no resulta ser cara, y ha sido una grata experiencia.



Puestos ya a vacilar me decido a tomarme la copa en el Hermitage, al entrar uno parece estar en otra época, imaginando que de repente pueda entrar por el hall Cary Grant o la Princesa Grace, es de esos sitios en que el tiempo parece haberse detenido en un momento de esplendor y decadente lujo de tiempos pasados llenos de el glamour que ha hecho de Mónaco algo parecido a una marca de GL.

El bar esta repleto de turistas, posiblemente con sus ferraris aparcados en la proximidad del hotel, tomando unas copas antes de ir al casino, me acomodo en la barra y degusto tranquilamente el malta mientras veo revolotear a esa fauna de millonarios que seguro no son verdaderos aficionados a la F1 pero que marcan en su agenda del año la cita de Mónaco.
Realmente es un lujo vivir en esta ciudad, pequeña y densa, de calles estrechas y pronunciados desniveles, hacérsela andando es una prueba física de primer nivel. Menos mal que el malta es un buen combustible para afrontar el tramo final del paseo nocturno y poder alcanzar la habitación del hotel en la cuenta atrás de la carrera que me ha traído hasta este oasis.
Mañana será un día duro, carrera y regreso a Barcelona, espero no encontrar muchos problemas para salir de la roca tras la conclusión del GP y plantarme en casa en unas 7-8 horas.



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