El Café Alameda era en tiempos un local habitual de conocidos intelectuales granadinos de la época, destacando Federico García Lorca, Manuel de Falla, Andrés Segovia o Juan José Santa Cruz que formaba parte de la famosa tertulia literaria "El Rinconcillo"; situado en pleno corazón de Granada, cerca de la Catedral y la plaza de Isabel la Católica el café cerro y dejo su espacio a uno de los restaurantes con más solera de la ciudad el Restaurante Chikito que a lo largo de años ha ofrecido una cocina basada en la rica y tradicional cocina andaluza, platos con reminiscencias del pasado árabe y otras especialidades propias y bien enraizadas en la gastronomía del sur rica por la variedad de productos y formas de cocción y preparación.
La cocina de Chikito, esta capitaneada por el "chef", Antonio Torres, su cocina se inspira en la cocina regional andaluza con incursión muy sugestiva de platos "muy granadinos" y otros de fuertes raíces arábigo-andaluces siempre con un producto fresco y de primera calidad adquirido en los mejores mercados municipales de la ciudad como el de San Agustín.
Su "maître", Luis Oruezábal, magnífico Relaciones Públicas de la Casa, y excelente "anfitrión" que dirige a unos expertos y buenos profesionales de la restauración actúa como maestro de ceremonias en un espectáculo para la vista y el paladar, además de aconsejar perfectamente, cosa que lo permite una carta principalmente canalizada a través de la cocina de mercado.
Una carta donde destacan las "habitas con jamón", una tortilla "al Sacromonte", el rabo de toro y los postres "caseros"; además de las creaciones de Antonio Torres como es el bacalao Chikito.
La carta de vinos es buena, correcta y amplia destacando los vinos de la zona y como no los imprescindibles Riojas y Riberas del Duero, perfectamente almacenados.
El espacio presenta una decoración "demode" esa esencia de la cultura andaluza llena de tópicos plasmada en la propia luz del local, las mesas y su recargada decoración que adorna las paredes con azulejos, cuadros y fotografías, elementos típicos de la zona y un interiorismo clásico con madera noble en columnas y perfiles; el restaurante goza de una hermosa terraza ajardinada con robustos árboles centenarios de la propia Plaza del Campillo, espacio perfecto para una cena en verano y poder alargar la noche con una perfecta y agradable sobremesa bañada con algún gin tonic o malta...
Del todo recomendable, calido lugar donde compartir una buena mesa, disfrutar de una buena comida musicada por excelentes vinos que te llevan a complicidades e intimidades en horas de tertulia de sobremesa.
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