-Peter Zumthor-.
Los museos son para los arquitectos las catedrales del siglo XXI, ya en el siglo pasado encontramos muchas muestras de esta afirmación, desde el famoso Guggenheim de NY a El Centro Pompidou de París o sin ir más lejos la Fundació Miro en Barcelona son claros ejemplos de esta nueva visión de la arquitectura contemporánea.
Peter Zumthor, arquitecto poco mediático para los tiempos que vivimos, y prácticamente un desconocido hasta que gano el Pritzker el año pasado, diseño el KUNTHAUS BREGENZ, el espacio multifuncional situado en los Alpes austriacos a orillas del lago Constanza en 1998 lo que le valió el premio Mies Van Der Rohe.
Son cuatro plantas construidas en Acero, vidrio y hormigón; estos materiales cualifican al interior de textura y composición espacial. Desde el exterior nos aparece como una gran lámpara. Absorbe las diferentes tonalidades de la luz del cielo y de la neblina del lago, refleja luz y color y tiene un aspecto distinto según desde donde se mire, la luz del día y el tiempo que haga.
La piel del edificio es vidrio grabado, formando una estructura en escamas a base de paneles de vidrio, todos iguales, ni perforados ni cortados sujetos por piezas de metal, los bordes del vidrio quedan a simple vista. Esta configuración de la estructura externa hace que el viento pase a través de las juntas de esta estructura de escamas; el aire que proviene del lago entra por la fina trama del armazón espacial, por la estructura autoportante de acero de la fachada que asciende desde el sótano y envuelve, sin tocarlo, el interior espacial, según un sistema diferenciado de fachada acristalada, aislamiento térmico y protección solar, un sistema completamente natural y sostenible de ventilación.
La fachada multicapa armoniza con el interior y actúa como una piel frente al clima; modula la luz, protege del sol, y sirve de aislante térmico. Este proceso hace que el espacio interior puede desarrollarse con libertad y no necesite de artificios para su protección y conservación.
Se ha procurado explotar al máximo la capacidad del hormigón in situ para adoptar figuras complejas, integrar las instalaciones dando una apariencia de gran forma monolítica, de carácter casi escultórico. No hay revestimiento, ni cerramiento ni pintura.
Se ha evitado la desmaterialización de las superficies con estas solución, reduciendo a lo esencial en términos de estática y ciñéndose a la utilidad del complejo para el cual fue construido. La construcción y la forma material y visual del edificio forman un todo. Los suelos y las escaleras están pulidos, las paredes y los techos están acabados en una textura que parece de terciopelo, las obras de arte se beneficiarán de esta presencial sensual de los materiales que definen el espacio, dando una imagen de total compenetración entre la obra expuesta y su contenedor.
La experimentación con materiales y relaciones espaciales amplía los límites de la posibilidades de los materiales de construcción y de la tecnología. A pesar del rigor geométrico y la actitud purista que dominan todo el edificio, también tiene muy en cuenta su uso por parte del público y las necesidades de mantenimiento. La geometría pura y el uso de un único material en la fachada no es un objetivo en si mismo, sino que también tiene una dimensión urbana excepcional.
Conclusiones del jurado que otorgo el Premio Mies a Peter Zumthor en 1998 por el Kunthaus Briegenz.
La experimentación con materiales y relaciones espaciales amplía los límites de la posibilidades de los materiales de construcción y de la tecnología. A pesar del rigor geométrico y la actitud purista que dominan todo el edificio, también tiene muy en cuenta su uso por parte del público y las necesidades de mantenimiento. La geometría pura y el uso de un único material en la fachada no es un objetivo en si mismo, sino que también tiene una dimensión urbana excepcional.
Conclusiones del jurado que otorgo el Premio Mies a Peter Zumthor en 1998 por el Kunthaus Briegenz.
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