domingo, 8 de febrero de 2009

ON THE MINDLESS MENACE OF VIOLENCE

ROBERT FRANCIS KENNEDY (1925-1968)



On the Mindless Menace of Violence
City Club of Cleveland, Cleveland, Ohio
5 de Abril de 1968.
Hoy no es un día para política, aprovecharé mi único acto de hoy, para hablaros brevemente, de la insensata violencia en América, que de nuevo salpica a nuestro país y la vida de todos nosotros. No incumbe a una sola raza, las víctimas de la violencia son negras y blancas, ricas y pobres, jóvenes y viejas, famosas y desconocidas; son sobre todas las cosas, seres humanos a los que otros seres humanos querían y necesitaban. Nadie, viva donde viva, haga lo que haga, puede estar seguro quien va a sufrir, por un acto insensato de derramamiento de sangre. Sin embargo, sigue, sigue y sigue en nuestro país.

Siempre que un americano pone fin a la vida de otro americano, innecesariamente, ya sea en nombre de la ley, o desafiando la ley, ya sea un hombre o de una banda que mata a sangre fría o con rabia, en una ataque de violencia, o respondiendo a la violencia, siempre que se rasgue el viento de una vida, que otro hombre a tejido, torpe y penosamente, para el y sus hijos, siempre que hagamos eso, la nación entera será degradada. Y sin embargo parecemos tolerar un nivel creciente de violencia, que ignora nuestra común humanidad, y nuestras demandas a la civilización.

Demasiadas veces celebramos la arrogancia y la chulería, y a los bravucones, demasiadas veces excusamos, a los que quieren construir su vida sobre los sueños destrozados de otros seres humanos. Pero hay una cosa clara, la violencia engendra violencia, la represión engendra venganza, y solo una limpieza de toda nuestra sociedad, puede arrancar este mal de nuestras almas.

Cuando enseñas a un hombre a odiar y temer a su hermano, cuando le enseñas que es un ser inferior, por su color, o sus creencias, o las normas que siguen, cuando le enseñas que los que son distintos a ti, amenazan su libertad, o tu trabajo, o tu hogar, o tu familia, entonces aprende también a enfrentarse a los otros, no como conciudadano, si no como enemigos, recibiéndolos no como cooperantes, si no como invasores que subyugan y someten. Y al final aprendemos a mirar a nuestros hermanos como extraños, extraños con los que compartimos una ciudad pero no una comunidad, hombres ligados a nosotros en una viviendo común, pero no en un esfuerzo común. Tan solo aprendemos a compartir un miedo común, solo un deseo común, de alejarse del otro, solo un impulso común, de superar el desacuerdo con la fuerza.

Nuestra vida en este planeta es demasiado corta, el trabajo por hacer es demasiado grande para dejar que ese espíritu prospere por más tiempo en esta tierra nuestra. Desde luego, no podemos prohibirlo con militares, ni con una resolución, pero quizás podamos recordar, aunque se por un momento, que aquellos que viven con nosotros son nuestros hermanos, que comparten con nosotros el mismo corto momento de vida, que solo buscan, como nosotros, la oportunidad de vivir la vida con bienestar y felicidad, disfrutando lo que la satisfacción y el logro les proporciona.

Seguramente este vínculo de sentido común, seguramente este vínculo de objetivos comunes, puede empezar a enseñarnos algo. Seguramente podremos aprender, por lo menos, a mirar alrededor a aquellos de nosotros que son nuestros semejantes, y seguramente podremos empezar a trabajar con algo más de entusiasmo y a curarnos mutuamente las heridas, y convertirnos otra vez, en hermanos y compatriotas de corazón."



It is not a day for politics. I have saved this one opportunity, my only event of today, to speak briefly to you about the mindless menace of violence in America which again stains our land and every one of our lives.
It is not the concern of any one race. The victims of the violence are black and white, rich and poor, young and old, famous and unknown. They are, most important of all, human beings whom other human beings loved and needed. No one can be certain who will suffer from some senseless act of bloodshed. And yet it goes on and on and on in this country of ours.
Whenever any American's life is taken by another American unnecessarily whenever we tear at the fabric of the life which another man has painfully and clumsily woven for himself and his children, whwnver who doe's? the whole nation is degraded.
Too often we honor swagger and bluster and wielders of force; too often we excuse those who are willing to build their own lives on the shattered dreams of others human beings.
But this much is clear: violence breeds violence, repression brings retaliation, and only a cleansing of our whole society can remove this sickness from our soul.
When you teach a man to hate and fear his brother, when you teach that he is a lesser man because of his color or his beliefs or the policies he pursues, when you teach that those who differ from you threaten your freedom or your job or your home or your family, then you also learn to confront others not as fellow citizens but as enemies, to be met not with cooperation but with conquest; to be subjugated and mastered.
We learn, at the last, to look at our brothers as aliens, alien men with whom we share a city, but not a community; men bound to us in common dwelling, but not in common effort. We learn to share only a common fear, only a common desire to retreat from each other, only a common impulse to meet disagreement with force.
Our lives on this planet are too short and the work to be done too great to let this spirit flourish any longer in our land. Of course we cannot vanquish it with a program.
But we can perhaps remember, if only for a time, that those who live with us are our brothers, that they share with us the same short moment of life; that they seek, as do we, nothing but the chance to live out their lives in purpose and in happiness, winning what satisfaction and fulfillment they can.
Surely, this bond of common faith. Surely this bond of common goal, can begin to teach us something. Surely, we can learn, at least, to look at those around us as fellow men, and surely we can begin to work a little harder to bind up the wounds among us and to become in our own hearts brothers and countrymen once again.

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