Sede Banco Popular, Madrid, Arquitectos Ayala; 2009. |
La
arquitectura necesita la industria, pero no es frecuente que la
industria reclame al arquitecto. Transcurrido más de un siglo desde
la fundación del Werkbund, la necesaria fertilización cruzada entre
el arte y la fábrica es, en muchos ámbitos geográficos, más una
aspiración que un proceso. En los albores del siglo xx, Alemania se
propuso remediar su retraso productivo respecto a británicos y
norteamericanos amalgamando el arte con la industria, de manera que
sus manufacturas pudieran competir con éxito en los mercados del
mundo; en los inicios del XXI, el país es sinónimo de excelencia
industrial y músculo exportador, mientras la Europa mediterránea
forcejea con sus propias deficiencias productivas, reticente a las
reformas por más que la brecha económica entre el norte y el sur
del continente se agigante sin pausa.
Acaso en estas latitudes
necesitamos un nuevo Hermann Muthesius que no tome Das englische Haus
como modelo, sino los logros de la industria de la construcción en
Alemania.
Preguntada
por los sentimientos que Alemania le inspira, Angela Merkel dio una
respuesta que se ha citado a menudo desde entonces: «¡Pienso en
ventanas estancas! Ningún país puede hacer ventanas tan herméticas
y bonitas (dichte und schöne Fenster)». Sea o no, como razona
Timothy Garton Ash, un ejemplo ilustrativo de esa ‘banalidad del
bien’ que resume las virtudes de la actual República Federal, la
observación de la canciller se sitúa en exacta continuidad con los
debates del Werkbund sobre la necesidad de desarrollar tipos
(Typisierung) para estandarizar los elementos del edificio, y para
que la construcción se beneficie de la precisión de acabado de la
industria. «La exportación exige —como diría Muthesius a sus
colegas reunidos en Colonia en 1914— grandes firmas eficaces, de
gusto impecable.» Peter Behrens materializaría por entonces esa
fusión de diseño e industria en la AEG de Rathenau, y su
experiencia podría aún servir de referencia para muchas de nuestras
empresas.Tanto las formas de expresión de los elementos normalizados
producidos por la máquina como las formas de organización de los
procesos industriales son todavía ajenas a la educación y a la
práctica de buena parte de los arquitectos, incómodos ante la
estética ingenieril y resistentes frente a la inflexibilidad
de la fábrica.
Y lo propio ocurre con una pléyade de pequeñas
empresas artesanales de construcción, devastadas hoy por la
‘destrucción creativa’ que teorizaron Werner Sombart y Joseph
Schumpeter como resultado saludable de las crisis, pero pese a todo
confiadas en renacer de sus cenizas y regresar al business as usual
tan pronto como cambie la dirección del viento, sin comprender que
la actual es una fractura sistémica sin retorno posible.
Nuestro
futuro es la industria, y die Selbstbehauptung Europas, la Europa
competitiva y sostenible a la que aspira Alemania y el resto del
continente, exige una transformación radical del sector de la
construcción y de la mentalidad de los arquitectos.
L. Fernández-Galiano.
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