Alvar Aalto. |
La excelencia y la exclusividad marca la diferencia reniega de la mediocridad y se excluye de la norma.
En la primera conferencia que Alvar Aalto dio en Barcelona, sus palabras fueron la negación de la pedantería y el dogmatismo, causando una gran impresión en arquitectos de la talla de Coderch. Palabras que fuerón un canto sereno y profundo al verdadero conocimiento humano, a la decencia y al sentido
común.
A este propósito existe una anécdota muy significativa del arquitecto fines. Estando Alvar Aalto en Madrid, manifestó el deseo de hacer algunas compras, fue con su acompañante español. Como el tráfico era muy intenso y resultaba prácticamente imposible encontrar aparcamiento, el acompañante dejó solo a Aalto en una tienda, y después de dar varias vueltas, lo recogió otra vez. Aalto mostraba gran satisfacción por una compra que había hecho y que mostró orgulloso a su acompañante: se trataba de unas magníficas castañuelas. Este le preguntó cuánto le habían costado, y al decirle Aalto el precio, aquél montó en cólera y volvió inmediatamente a la tienda. Allí protestó, pero el dueño le dijo que el precio era justo: que él le había mostrado primero castañuelas baratas, para turistas, después otras mejores y que, finalmente, Aalto se había llevado las mejores castañuelas que tenían en la tienda: unas magníficas castañuelas de concierto...
Ni que decir tiene que Alvar Aalto no era un entendido en castañuelas. Pero esto tiene mucho que ver con las virtudes de los arquitectos y del pueblo finlandés. Es probable que cualquier ciudadano de ese país, puesto a elegir castañuelas en su viaje a España se decidiría, como Alvar Aalto, por unas castañuelas de verdad.
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