martes, 7 de febrero de 2012

T_de_Tàpies.

Es muy importante compensar el dolor con el amor. Y ese equilibrio te hace ver la vida con optimismo".
Antoni Tàpies.

Tàpies, el artista catalán más universal, que después del desierto del franquismo recuperó el espíritu de las vanguardias, murió ayer en su domicilio barcelonés. Había acentuado su geografía del dolor, a medida que una maculopatía le iba dejando con la visión borrosa y aumentaban sus dificultades de audición y su movilidad. Pero su asombrosa energía le llevaban a bajar cada verano al taller de Campins, en el Montseny.

Tàpies procedía de una familia de políticos catalanistas, con tradición librera que explican su pasión por la bibliofilia. Estudiante de Derecho, abandonó la carrera para dedicarse a la pintura gracias al impacto que le produjo el número de la revista D'Ací i d'allà de 1934.

Al principio, su pintura era realista, con retratos de sus amigos y de su familia, de los que más tarde renegó. Después, tras entablar amistad con Joan Brossa, Joan Ponç, Modest Cuixart, Arnau Puig y Cirlot,  editaron una revista en la imprenta que tenía Tharrats, Dau al Set, que revolucionó el panorama artístico de la posguerra. Con Joan Miró como referente, los artistas de Dau al Set reconstruyeron los puentes perdidos con las primera vanguardias, con una estética surrealista o de realismo mágico. En algunos de sus dibujos, Tàpies resumía ya buena parte del mundo sígnico, su afición por el esoterismo, el mundo onírico, el simbolismo, sus autorretratos metáforas del cuerpo desmembrado. la afición por el jazz y la música contemporánea, su fervor por Klee, Ernst o Poe. Más tarde, Tàpies, tras una beca de estudios en París, dio un vuelco a su pintura para ensayar el informalismo matérico.

 La tisis que contrajo a los 18 años y la convalecencia en el sanatorio de Puig d'Olena fueron vitales para su formación. Sus lecturas de Dostoyevski, sus audiciones de Wagner o el descubrimiento de la filosofía zen por medio de El libro del té, le ayudaron a encontrar vías de superación del dolor. Otro acontecimiento que tuvo gran importancia para él fue el lanzamiento de la bomba atómica. La materia, el átomo, el polvo, el uso de materiales ajenos a los tradicionales se integraron en su pintura. La preocupación por el desarrollo de nuevas formas de expresividad siempre han ido acompañadas en Tàpies de su preocupación social por lo que sucedía en el mundo, por incluir la vida en su obra y del compromiso ético con Catalunya y la democracia.



 La mirada del artista catalán era de largo alcance. Su arte combinatorio llegaba a Ramon Llull, al misticismo de todas las religiones, y de ahí tendía un doble puente hacia las filosofías budistas o hindúes, de India, por una parte, y los hallazgos de la ciencia contemporánea, de los que estaba al día. Quería conciliar contrarios. La cruz o el aspa marca esta tensión entre materia y espíritu, al mismo tiempo que recrea la inicial del apellido del artista o, tal vez, es un signo que llama la atención del espectador. Sus signos son polivalentes y dejan siempre un misterio que resolver. Sus materiales son humildes, paja, calcetines, mantas, útiles a la gente, y su escritura de las tapias acerca el cuadro a la calle. "En mi pintura he hecho muchas sillas, pero nunca he repetido una sola". "El arte es una fuente de conocimiento, como la ciencia, la filosofía. Si las formas no son capaces de herir a la sociedad que las recibe, de irritarla, de inclinarla a la meditación, si no son un revulsivo, no son una obra de arte", sostenía. Desde su primera exposición en 1948, la obra de Tàpies ha estado presente en los principales museos del mundo. Es el artista español contemporáneo más representado en el MoMa y su obra escultórica está presente en los espacios públicos de varias ciudades.

En Barcelona, Núvol i cadira corona la fachada de la fundación que donó a la ciudad.

sede de la Fundació Tàpies; C/ Aragó; Barcelona.
En 1990 creó su fundación en la antigua sede de la Editorial Montaner i Simon, obra del arquitecto modernista Lluís Domènech i Montaner. En el edificio, coronado por la escultura de Tàpies Núbe y silla (1990), se muestra no sólo su obra, sino también de otros artistas contemporáneos, con exposiciones temporales que se suspendieron durante más de dos años desde el 1 de enero de 2008, cuando la fundación cerró por obras.
En marzo de 2010 se reinauguró, y en el patio se instaló una versión del calcetín que había querido para el MNAC, pero a menor escala. 

En septiembre de 2011, su obra desde los años 40 hasta el final fue objeto de una exposición cronológica en la Fundació que se fijaba en la evolución de técnicas y materiales utilizados por el artista.




Fuente : La Vanguardia.

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